La fuerza de la palabra

Las palabras que empleamos en nuestro discurso diario, consciente o inconscientemente, tienen muchísima fuerza en la proyección de nuestra realidad. Conozco muchas personas que tienen un discurso fatigado, negativo, tóxico, y es tal, que realmente terminan siendo de esa manera, lo dicen tanto ¡que se lo creen!

En una visita a un terapeuta el día de ayer, me indicó que es muy importante el discernir los verbos que decimos, estos son: ser y estar.

No digas que eres un monstruo, no digas que nunca vas a estar con alguien, no digas que vas a ser una infeliz por el resto de tu vida, porque realmente, el verbo que estamos proyectando en este momento, es el verbo ser, y no está bien, porque realmente no eres un monstruo, vas a conseguir a alguien, y serás feliz. Tu discurso interno está trágicamente sugestionado por cosas que tú sientes, pero no son así, así que, en vez de tomar en cuenta el verbo ser, tomemos en cuenta el verbo estar, estás así, y es momentáneo, y pasará, no le des fuerza a la palabra ni a las oraciones afirmativas por una condición emocional efímera, discierne el estar con el ser.

Pasará.

Una persona que en determinado momento de su vida, se sienta mal, triste, y diga "este día va a ser una mierda", ¡efectivamente va a tener un día de mierda! En cambio, entras al Instagram y ves esos post de vida feliz de Sascha Fitness rodeada de manzanas costosas del trópico, con el pie de foto que dice "comenzando el día de la mejor manera", te transmite cosas positivas, aunque tú digas "que tipa tan ridícula, dándole a la pobre carajita un plato de avena fitness con sabor a fibra vencida", ella comienza el día de la mejor forma, y estoy segura de que así lo termina, porque nuestro discurso interno manipula nuestro día, nuestra manera de ser, la fuerza de la palabra está relacionada directamente con nuestras neuronas, realizando pequeñas interconexiones inconscientes.

En caso particular, siempre afirmo ser torpe, porque lo soy, eso ya no es algo que vaya a cambiar en mi vida, desde hace veintidós años se me caen las cosas de las manos, las rompo, se me dañan, se me parten las galletas, se me bota el refresco, se me cae el vaso, daño los cargadores, la llave del cuarto de basura termina en una bolsa de basura, en fin, son cosas que ya no dependen de lo que yo declare, cierto día dije "no soy torpe, claro que no", y terminé dañando la puerta del carro de mi ex porque la abrí tanto que quedó 'pegada' a la acera, no se podía cerrar, desde entonces acepté con desdicha mi torpeza y prefiero que la gente aleje cosas de mis 'manos de gelatina'.

Entonces,

¿Por qué no mejor manipular a nuestra conveniencia nuestro discurso interno?

¡Gracias por leerme!

Twitter: Coldnight_01








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