La burbuja de petróleo

Creo a lo largo de toda mi vida he estado viendo las cosas desde una perspectiva de cristal, una educación privada desde que nací, salud privada, rechazo absoluto a programas sociales porque consideraba, desde mi inmaduro punto de vista, que solo servían para gente vividora que jamás quiso trabajar.

En este país, de forma muy lamentable, las empresas aseguradoras han optado por no incluir dentro de sus servicios a personas mayores. Si lo miramos desde un punto de vista negocial, tienen razón, ¡las personas mayores devengan muchísimos gastos! ¿Qué sentido tendría una empresa de seguros si tuviera más egresos que ganancias? Ninguno, ¿para qué existirían?

Hoy, en veintidós años dentro de mi burbuja de cristal, me tocó darme un golpe a la realidad, es complicado tener a una persona mayor sin seguro y no morir en el intento -ya casi muero el año pasado cuando pagamos en una clínica privada su fractura de fémur y tuvimos que traer la prótesis desde el exterior-. Hoy, se repite el episodio con diferente situación, y es que la crisis en Venezuela ha arreciado de tal manera, que ingresar a una persona en una clínica requiere millones.

Pero mi experiencia en un hospital horrible comenzó esta mañana.




- ¡Solo puede ingresar una persona! - me gritó el vigilante de mala gana, aquel tipo era horrible, corpulento, de tez oscura, y con una arrogancia que me provocaba partirle la cara.

- No entiendes, de verdad necesito pasar, mi abuela está ahí dentro...

- No me importa qué familiar tuyo esté adentro, ya pasó tu mamá, ¿qué tienes que hacer tú? Quedarte quieta acá afuera, y si no te gusta, te vas, acá las cosas son así.

Me le quedé viendo de la forma más seria posible, aquel hombre no me conocía en lo absoluto, ni sabía lo histérica que me ponía cuando me hablaban de mala manera. Después, con resignación, acepté que por primera vez en mi vida estaba atravesando por una situación donde el dinero no me cubre las espaldas, si fuese algo pago, ya hubiera soltado la lengua.

- Escucha... - me tranquilicé, tengo que pensar con cabeza fría - mi abuela tiene una fractura, y mi mamá está con ella, y yo no puedo dejar sola a mi ma...

- Mi amor, no me importa, ¿me entendiste? Y si no te gusta, te vas y te lavas ese culo, a mí no me estés alzando la voz.

Me fui impotente a otro lado, no podía ser que esto me estuviera pasando a mí, no puede ser que si la salud es gratis, entonces su personal te trata de la manera que más le dé la gana, maldije al país, maldije la situación, maldije la crisis, maldije tantas cosas que rompí en un llantén incómodo porque detesto llorar en público, pero mermó la tensión.

Observé fijamente un par de sillas de ruedas que utilizaban para trasladar a los pacientes que llegaban por emergencia, definitivamente yo no puedo estar viviendo esto, no, no, ¡y no! ¿Qué pasó? ¿Por qué no la llevamos a la Metropolitana? Ah, claro, iba a ser 11 millones como presupuestamos.










(Pacientes hospitalizados en los pasillos)

Después de pensar cómo entrar durante dos horas en las que estuve sin hacer absolutamente nada, decidí emprender mi camino, caminé dos cuadras desde la emergencia hasta la entrada principal del hospital, me voy a meter por los pasillos y voy bajar los pisos que tenga que bajar para llegar hasta donde tenga que llegar.

- ¿Hacia dónde se dirige? - un guardia nacional me detuvo.

- A control prenatal - mentí, me reí internamente

- ¿Y quién es su médico?

- Ariana Arias- lo miré inexpresiva.

- Pase.

Menudo guardia tan retrasado mental, no sabe ni quién trabaja allí, o es que yo soy demasiado adivina y sí existe una doctora que se llame de esa forma.

- Chica, bolsito, por favor - ya empezamos con el 'chica', ¿es que definitivamente no hay nadie en este país que se refiera a una persona de otra manera que no sea con ese 'chica' tan molesto e impersonal? - ¿esas medicinas de dónde las sacaste? - me preguntó.

Ahora resulta que yo no puedo ser obsesiva compulsiva y no puedo tener mi mierda conmigo encima.

- Son mías.

- ¿Y la factura?

- En la declaración de impuesto sobre la renta.

La tipa se quedó confundida y me dejó pasar, bien, ahora tengo vía libre y tengo qué ver cómo diablos voy a llegar hasta emergencias. Si soy sincera, me perdí, me perdí horrible, terminé en una sala totalmente séptica, pestilente, con cal mojada desbordándose de las paredes, me dio una arqueada de náuseas, esto no puede ser posible, todos estábamos asegurados, y quien lo requiere, no puede usar un seguro.



Estuve 36 minutos caminando por todo el hospital, de paso no tenía señalizaciones en las paredes.

- ¡La señora la acaban de dar de alta de emergencia! - gritó una enfermera.

Miré a una señora que estaba en un estado deplorable de salud, así salía 'del alta'.



Sentí un frío serpentearme la espalda, si así era afuera, ¿cómo era adentro? Sentí pánico, no estoy acostumbrada a esto, mi fuerza mental no es tan grande para soportarlo, acaba de llegar un sujeto lleno de sangre porque lo apuñalaron, me puse helada, no por la sangre, la sangre me da lo mismo, sino porque acá era el lugar donde traían a la gente abaleada, o venía el hampa y coaccionaba a los cirujanos para que operaran al 'convive'.

Entré a la emergencia, ¿y los cubículos? No, los cubículos solo existen en clínicas privadas, ¿y las cobijas? ¿Y las almohadas? No, nada de eso, todos están en una misma sala en camillas desgastadas, la gomaespuma sobresale, me sentí en absoluto pánico, comencé a agarrar presión, olía a orina rancia, nunca me había hallado en esto.

Encontré a mi familia, mi madre se consiguió a un amigo médico que trabajaba como jefe de guardia, le asignó una habitación privada a mi abuela, Dios, algo bueno dentro de todo este desastre, ella y sus contactos siempre, el mundo se mueve a base de contactos.

El área de habitaciones era muy diferente al infierno que había presenciado hacía rato, las paredes estaban recubiertas de cerámica, espera, ¿y el sofá? No, no hay sofá, en la clínica Metropolitana hay sofá, en la Santa Sofía hay sofá-cama, en la Floresta hay sofá y butaca, acá no hay sofá, ni una maldita silla de plástico, estoy en un hospital, ¡aterriza, Andrea! 

Las clínicas cuentan con dos guardarropas que están equipados con material médico, cobijas, almohadas, 'patos' para orinar, gasas, algodón, todo lo que viene en el kit premium, la habitación en la que estaba no tenía... ni una gaveta.

- ¿Tienen sábanas y eso? - pregunté a un camillero que estalló de la risa por mi inocentada.

- ¡No! ¿Cómo crees? Y si las tuviéramos, ni loca deberías usarlas, sábanas... - se fue riéndose.

Me quedé observando fijamente la ventana, estaba viendo... Todo el municipio, incluyendo las barriadas, barriadas y más barriadas, ¿cuándo llega el momento donde me despierto y suspiro de alivio?

Tengo que ir al baño, creo que ni siquiera fui en mi casa, tac, no sirve la luz, la jodida luz no enciende, el baño no tiene luz, ¡EL BAÑO NO TIENE LUZ! Y me dio una crisis existencial de estrés que me agudizó el dolor del cuello, sentía como me clavaban puñales, no podía siquiera torcer la cabeza sin proferir improperios, ah, me resbalé, no tiene luz y está inundado, me golpeé el coxis, el cuello decidió hacerme gritar más. Era impresionante que estuviera pasándola tan mal.






No es justo que todas las personas deban ser sometidas a estas condiciones horribles, no es humano, ¿adónde van los recursos de las alcadías? ¿Adónde van las donaciones? ¿Adónde van los impuestos? ¿Cómo es posible que un baño esté inundado y la luz no funcione?

¿Por qué?

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24 de abril de 2018

Ha pasado un año de haber escrito esto, en el cual se han suscitado tantas cosas en mi vida que a veces pareciera irrisorio el hecho de haber vivido tanto en tan solo poco más de 300 días. El diagnóstico post operatorio de mi abuela fue una fractura en la T1 con imposibilidad de operación, fue sometida a utilizar un corsé que inmovilizara su columna para no hacerle doler. Cayó en cama, le salieron escaras, mi abuela poco a poco se perdía más, no podía levantarse siquiera a que la bañaran otras personas porque le dolía sentarse y sus piernas no tenían fuerzas para mantenerse de pie. El 23 de julio del 2017 comenzó a tener alucinaciones, su abdomen denotaba ascitis, su piel y sus ojos materializaban ictericia, su orina estaba marrón, producto de la coluria, que se traduce en exceso de bilirrubina. 

Diagnóstico: Pancreatitis grado III, insuficiencia hepática

Esa vez decidimos llevarla a una clínica por el trauma anterior que acarreó el tener que vivir unos días en un hospital público. En la clínica ordenaron hacerle un CPRE -o ERCP por sus siglas en inglés-, dicha clínica no realizaba el procedimiento por falta de equipamiento. Restaba una sola clínica que lo hacía: la Metropolitana. Cuando me dirigí allí a averiguar no estaban haciendo procedimientos invasivos dado que no había ningún médico en el país para realizarlos, nuestros médicos habían emigrado a mejores destinos.

Me refirieron al Hospital de nuevo porque allí lo estaban haciendo, comencé a sudar frío, de tan solo pensar en volver a ese infierno comenzaba a tener ansiedad. Iban a preparar una orden para la transferencia de la clínica al hospital, pero decidí adelantarme a ello e ir yo sola para averiguar si realmente lo hacían.

Llegué el 27 de julio a las 8 de la mañana, el hospital estaba en peores condiciones que nunca, se había caído una pared por una filtración, había que formarse para entrar y pasar por un "control" donde te revisaban tu cartera e incluso tus bolsillos, debías formarte para que te pusieran un brazalete e ingresar. 

Después de esa osadía, llegué al piso 5 del área de gastroenterología, hablé con una Dra que se apellidaba Pérez, me dijo:

- Sí, lo hacemos, claro que lo hacemos... Pero tú traes la anestesia, no tenemos aquí

A ver, ¿qué? O sea, la doctora me está diciendo que para hacer el procedimiento yo debo aportar la anestesia, y sí, efectivamente puedo conseguirla, de eso se trata mi rubro, pero entonces también me dijo que debía traer una camilla y una serie de insumos que ¿qué diablos? ¿Cómo iba yo a conseguir esas cosas si se me estaba agotando el tiempo? Quizá porque yo nunca entendía que así mi abuela tuviera un CPRE por una posible obstrucción en el conducto biliar, su hígado ya no funcionaba, así que igual era en vano...

Regresé resignada a la clínica, me consolaba que al menos le habían dado la mejor habitación, era muy espaciosa y amoblada con cocina, me sentía agradecida de estar en una habitación de una clínica -en otra ocasión lo hubiera odiado-, pero recordaba el infierno de haber estado en el Hospital, en que incluso la habitación no tenía luz, y de verdad tenía ganas de llorar porque en ese momento se podía costear una clínica para ella que no estaba asegurada. 

El 30 de julio se materializó la encefalopatía hepática, si me preguntan qué es, lo puedo resumir muy simple: Hígado dañado que no purifica las toxinas, hacen que éstas viajen al cerebro, lo que concluye en alucinaciones, incoordinación, incapacidad de reconocimiento, incapacidad de habla y mucho más. Me quedaba observando a mi abuela mientras ella no sabía quién era yo producto de la insuficiencia hepática, comenzó a agitar los brazos y a gritar del dolor que la pancreatitis estaba causándole. 

Ya había sepsis. 

Vomitó bilis, el olor era tan putrefacto que yo quise vomitar.

Falleció el 1 de agosto a las 12:50 de la medianoche.

Quizá ella no tenía ninguna salvación por el hecho de que ya su hígado había dejado de funcionar, pero, ¿y si hubiera sido solo pancreatitis? ¿Y si sí hubiera podido salvarse? ¿Qué hubiera pasado? Hubiera muerto porque no hay médicos que hagan estas cosas en clínicas privadas, y en hospitales públicos no hay anestesia ni insumos. Si fuera cualquier otro paciente, ¿cómo consiguen una anestesia? ¿Cómo le venden una anestesia a una persona natural? ¿Cómo hace el ciudadano?

Si te apetece leer la hsitoria con mi abuela y la enfermedad, te dejo:

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