Cuarentena

Mientras escribo esto me siento extremadamente abrumada, es como si todos los días se hubieran convertido en días iguales, exactos en similitud, en clima, incluso en tonalidades de luz. Todos los días me despierto temprano, y el dolor de barriga producto de la angustia y el nerviosismo me hace levantarme para ir al baño, luego regreso a mi cama a acostarme para mirar Twitter en busca de noticias, cifras, estadísticas, ¿cuántos muertos van hoy? ¿Cuántos infectados? ¿Se ha hallado alguna cura? ¿Algún país aparte de China ha logrado bajar la curva?

Hace dos semanas nuestra vida era normal, hace dos semanas salíamos, comíamos en la calle, no pasábamos por ningún protocolo de desinfección al llegar a nuestras casas, besábamos a los seres que amamos, tocábamos cualquier superficie, respirábamos hondo, mirábamos el cielo, paseábamos por las autopistas, tomábamos el autobús, ignorando los peligros, las bacterias, los virus...

Y hoy, simplemente nuestra vida se ha visto drásticamente modificada. Algunas personas han perdido sus trabajos. Ayer, me tocó la ardua tarea de comunicarle a mis agentes (soy supervisora) que tres de ellos se mantendrían suspendidos hasta que la actividad financiera pueda volver a reestablecerse en la empresa donde trabajo, y solo me pregunto, y solo pienso, que esa suerte en cualquier momento me va a tocar a mí, ¿quién será el próximo? ¿Cuándo se va a normalizar?

La economía se desplomó, todos estamos confinados dentro de nuestras casas, aunque hay gente inconsciente que aún piensa que esto "es una simple gripe". Sí, una simple gripe que te mata de una neumonía, una simple gripe que no sabes que tienes hasta que pasan dos semanas, y cuando te enteras que la tienes, ya has contagiado a decenas, o a cientos de personas que se relacionaron contigo, y esas personas contagiaron a otras personas que se contagiaron con los demás, y así vamos, creando una epidemia que se transformó en una pandemia.

Un enemigo invisible que paralizó mercados, destruyó hogares, y ahora nos tiene acá, encerrados.

Hace tres días salí a comprar un poco de comida y medicinas porque no me quedaba nada, salí, y superficie que tocaba, superficie que desinfectaba. Llevo encima un spray rociador desinfectante-esterilizante de ambientes intrahospitalarios, lo rocío en las manillas de las puertas, en los botones del ascensor, en mis llaves, en las bolsas ecológicas que uso al salir, en los zapatos... Al llegar, pongo la ropa a lavar (si hay agua), y me baño yo también, luego aparto las cosas con las que salí a la calle, y las rocío con esterilizante.

Si alguien me dice que el desinfectante ni el alcohol no funcionan, déjenme decirle que se equivocan. El COVID-19 es un virus que tiene un recubrimiento genético principalmente de grasa, por eso recomiendan utilizar agua y jabón, porque el jabón quita la grasa, y el virus queda expuesto, y por ende, inactivado. Lo mismo sucede con desinfectantes, alcohol, y pare de contar.

Ahorita estoy acostada en la penumbra del atardecer de Caracas, se escucha el silencio de una avenida que siempre ha sido bulliciosa y de eso solo quedan recuerdos, me mata el silencio. Tengo miedo de perder mi trabajo, tengo miedo de no conseguir las medicinas que toma mi perro, que toma mi mamá, o que tomo yo. Tengo miedo de que la comida desaparezca. Tengo miedo de que nuestras vidas sean de esta forma hasta un año, o más que eso. Tengo simplemente miedo, incertidumbre, no puedo evitar no pensar en el futuro, tengo Trastorno de Ansiedad Generalizada diagnosticado por un psiquiatra, y esto simplemente me abruma, me colapsa, me cansa, me siento mal, estoy agotada mentalmente.

Mi vida cambió en un abrir y cerrar de ojos.

Ahora solo como una vez al día, mi normalidad solía ser desayunar en la calle, almorzar en la calle, y cenar algo que me preparara, y siempre con un snack de respaldo, "vida de rica" le decían. Ahora, mi sueldo quedará reducido a la mitad (ya se tomó la decisión), y les digo, esa mitad solo servirá para proveer la comida de mis animales, y la mía. Adiós ropa, adiós nuevos gadgets, adiós pizza interdiaria, adiós taxis, y un largo etcétera de a lo que estoy acostumbrada.

Ahorita me tiene en vilo la situación con mi trabajo. Trabajo en una empresa estadounidense que se encarga de que los pacientes acudan a sus procedimientos diagnósticos como las endoscopias, y los pacientes no están yendo porque están resguardándose, sin embargo, a pesar del resguardo, de todos modos la curva de la epidemia continúa creciendo porque no están tomándose las medidas adecuadas de prevención, y esto a EEUU le va a salir muy caro.

Con respecto a Venezuela, ¿realmente solo tenemos 46 casos como ellos afirman que tenemos? No lo creo, debe haber cientos, pero simplemente no les quedó más remedio que ponernos en cuarentena porque la gasolina se agotó, y están utilizando a esta situación de emergencia como una tapadera a que no tienen ni siquiera a cómo surtir a Caracas, estamos sobreviviendo y siendo austeros, todo el planeta está exactamente igual.

Después de todo esto, solo llego a la reflexión:

Estar en aislamiento es tan jodido, que es el castigo que utilizan los Estados para castigar a delincuentes dentro de celdas.

No hay nada más precioso que la libertad, y la añoro en mis manos.

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