14 de noviembre de 2018

14 de noviembre de 2018

Entro a saludarte, y te encuentro con Raquel, nuestro primer comentario se centra en que ambas tenemos gripe, así que Raquel aprovecha el 'infortunio' de estar rodeada de dos enfermas, y se va a la oficina contigua. Detesto a Raquel con toda mi alma, me parece honestamente una mujer tóxica, viperina, no lo sé, no me parece una buena persona, siempre ha sido una persona de decir comentarios inoportunos que a cualquiera incomodaría.

Me pides que me siente a tu lado para enviar un correo electrónico de unas planillas de servicio comunitario a Tillero, así que en la eternidad de la espera de que la computadora reaccione, comenzamos a hablar. Me huele a Polo Sport y la fragancia se aloja en mi órgano vomero-nasal, el que transporta las emociones al cerebro de acuerdo al olor que estás percibiendo.

Envié el correo electrónico, y nos levantamos, ya íbamos a irnos a Don Perro a buscar la comida para Abril, y yo buscaba comida para los gatos. Bajamos al piso 7 a tomar el ascensor. Nos montamos en Paquita -tu camioneta-, y puse mi mano extendida en el muslo de tu pierna. Estabas odiosa, pero cuando te lo recordaba ponías esa sonrisa de ángel que siempre pones, que cualquiera juraría que no eres una ácida.

Almorzamos en BVA, pedí una pizza Margarita con extra de pepperoni y una Pepsi; te recordé que debía quererte muchísimo para darte mi parte favorita de la pizza. Me dijiste que te habías caído ayer haciendo examen porque se te fueron los tiempos, me sentí estresada y se me quitó el hambre, ¿alguna vez tú te vas a dar cuenta de que cada vez que me dices esas cosas yo entro en un estado de estrés permanente? No sé, creo que el día que sepa que te moriste se me va a meter un frío en la columna tan intenso que moriré de hipotermia, y allí me encuentras cuando cruce el umbral -ojalá-.

Al terminar, subimos a la universidad, calentaste tu arepa, comiste arepa con queso amarillo, me dijiste que no ibas a quedarte más allá de diciembre trabajando, te miré fijamente y tú pusiste cara de que te costaba un mundo decirme que no a lo que te estaba pidiendo. Te estaba pidiendo que te quedaras trabajando, que aún no habían recogido mi expediente. Si te ibas, ¿dónde nos íbamos a ver? Yo tengo la sensación

Saliste de la oficina para ir al baño y cerraste la puerta, mi mamá me llamó porque tenía un ataque de pánico y estaba obligándome a facturar, estaba completamente fuera de sí, y me estresó. Me tocaste la puerta al unísono que le dije a mi madre que iba a volverme loca. Colgué. Me preguntaste qué sucedía, te dije que simplemente mi mamá iba a enloquecerme.

Me dijiste que no peleara.

Me senté en el escritorio a hacer la factura mientras simplemente me quejaba de la vida y afirmababa ser la persona más infeliz de este planeta. Sentiste mi ofuscamiento, y te levantaste.

- ¿Qué tienes? - te sentaste en la silla contigua a mi lado.

- Nada - te respondí con voz de pocos amigos

- No tienes por qué estar mal...

Te levantaste de la silla y te pusiste detrás de mí. Colocaste tus manos en mis hombros y comenzaste a masajearme la espalda. Tus manos descendieron hasta el final y comenzaste a estrujar la parte anillada de tus dedos por mi dorsal. Me dolió. De hecho me estaba doliendo un montón, me puse a pegar gritos, ¿por qué me estás haciendo pegar gritos?

Me llamaste cobarde, y luego tus manos siguieron conociendo más locaciones de mi espalda, seguiste deslizando tus dedos hacia arriba. Tiraste la parte trasera de mi camisa hacia atrás para que tus manos entraran en contacto con mis hombros.

Deslizaste tus dedos hacia mi cabello y ahí terminé de derretirme.

- Eso es un arma mortal - inquirí.

- ¿No querías anoche que te hiciera piojitos, Andrea?

- No me digas Andrea

- ¿Cómo quieres que te diga? ¿Mamacita?

Nos reímos fuerte y en ese momento recostaste mi cabeza de tu abdomen, me estabas apretando la cara mientras yo arrugaba la boca.

Te sentaste en el apoya brazo de la silla donde yo estaba sentada.

En ese momento tocaron la puerta.

Y jamás...

Había odiado tanto a alguien en mi vida por haber entrado.

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