Soñé que era feliz

Recuerdo incluso despertarme riéndome de algo que me pareció gracioso dentro del sueño.

Estaba en otro país, creo que Estados Unidos (en Florida) dada la naturaleza del montón de cosas que abundaban en mi cocina, tenía incluso sandiwches de Oreo con mantequilla de maní. En mi sueño, estaba bañándome en una especie de terraza en un día muy soleado y azul, la vista era una piscina gigantesca que se fundía con el turbio mar que caracteriza a las playas oceánicas de USA, parecía más bien como esos hoteles lujosos, pero era todo muy brillante, muy colorido.

Mientras me bañaba, seguía utilizando mi jabón de chocolate -el que uso en Venezuela-, se me cayó y fue a parar a la piscina de abajo. Me asomé, y estaban mis dos amigos más cercanos, Daniel e Isabella, incluso también estaba una compañera con la que 'trabajé' en Vivienda Miranda cuando hice mis pasantías. Mi compañera se reía, y Daniel se sumergió en la piscina para recogerme el jabón mientras yo esperaba que me lo lanzara de vuelta -no estaba en un piso tan alto, en realidad-. Me lo arrojó, y seguí bañándome.

Aparecí en una especie de plaza estilo mercadillo que estaba situada en Francia, pero todos hablaban español, podía incluso comprarme lo que quisiera sin sentir que estaba derrochando todo mi dinero, respiraba alivio porque había escapado de las tonalidades opacas del comunismo.

Cogí un autobús con mis mejores amigos para emprender una aventura a donde estaba otra amiga, me percaté de que eran las once de la noche y no había regresado a casa.

Cuando llegué a la ciudad destino -que no sé cuál era-, fui a un restaurante a comer con una persona... de cabello plateado y lentes rojos. Le ofrecí que se pidiera lo que quisiera, ya no estábamos más en Venezuela, me dijo que se debía ir a trabajar. Tuve la habilidad de poder controlar el tiempo y paralizarlo. Se pidió langosta, no entendí muy bien el plato específicamente, pero la camarera explicaba algo así como que esta era 'mojada' y la otra era 'seca'. Yo me pedí una pizza.

Embarcamos en un crucero de lujo que tenía habitaciones muy pequeñas, los cruceros en general son muy estrechos y es casi imposible para un gordo moverse por ahí. Vi a mis sobrinos, mis cuatrisobrinos, estaban jugando a los legos, y todos habían aprendido a hablar. Mi camarote era una habitación 'transparente', se situaba debajo del agua, se veía todo el océano internamente. De cierta forma me sentía claustrofóbica, era como estar en el mundo de Rapture.

Mi última parada fue un malecón lleno de un montón de gaviotas y niños insoportables, pero el día era bellísimo, o mejor dicho el atardecer.

Me desperté.

Supongo que es completamente natural anhelar la libertad en mis manos, el deseo de tener lo que quiera, el deseo de salir de estas rejas. Hace rato salí al supermercado y gasté 1.027.000,00 bolívares en 1,5 kg de comida para mi gato y un paquete de Oreos, en ese momento emergieron lágrimas de mis ojos, el país había robado mis sueños, mi espíritu, mi anhelo de poder emprender, mis ansias de soñar, y de más. Todos en el supermercado parecíamos zombies controlados remotamente por alguna especie de maldición invisible. Nadie hacía nada contra la situación, nos controlaban como marionetas, nos siguen controlando.

Me levanté con dolor en mi corazón, y suspiré en la espera de un nuevo día en comunismo.

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