Adiós, abuela.

Esta entrada contiene imágenes fuertes, crudas, y veraces, si eres sensible, te recomiendo que no las veas.

Abuela, ¿cómo y en dónde te encuentras? Ver Yokas en las panaderías, y mamones en los puestos de fruta, hace que el corazón se me encoja. Sé que dónde estás te encuentras mejor, ya no tenías vida, y con toda la sinceridad del mundo, nos arrastrabas a esa prisión, las tres estábamos presas. Tú, en un cuerpo que ya no quería servir, no podías caminar, no podías valerte por ti misma, y nosotras, en consecuencia, debíamos estar todo el día contigo para ayudarte a hacer tus necesidades acostada, para bañarte, servirte las cosas, cocinarte. A ti eso te frustraba, te ponías a llorar cuando las cosas no salían bien, y yo, sin tenerte la paciencia que requería, ahora me siento el ser más miserable y desgraciado de este mundo, e igual tú siempre me decías que yo era tu ángel de la guarda, el ángel que al final no te pudo proteger ni salvar... Te gustaba solo mi comida, la última sopa de pollo con verduras que hice te encantó, te gustaba solo las tajadas que te hacía yo, porque eran redonditas y precisas, no te gustaba como hacía la pasta, porque la hacía al dente, y a ti se te dificultaba más masticarla, y cuando hice las últimas papas al horno que probaste, me dijiste que mejor las envolviera en papel aluminio y las metiera a cocinar para que quedaran más blandas... Era yo quien salía y te compraba tus Yokas de fresa y de piña, el natural lo detestabas; tus chupetas de varios colores, tus chocolates, tus Ruffles y Cheese Tris, tus mangos, tus antojos, que, aunque fueras diabética, comías más golosinas que un niño, siempre decías "bah, yo no le paro a eso".

Abuela, tuve la oportunidad de tenerte a mi lado toda mi vida, este modo de desahogo a través de la escritura presumo haberlo heredado de ti, ambas teníamos una ortografía espléndida, y nos poníamos a discutir cuando una palabra se escribía de tal forma, y difiriéramos en su escritura.

El 30 de marzo vivimos el infierno de haberte llevado al Hospital Domingo Luciani, producto de tu caída, producto de que resbalaste y te fracturaste la primera vértebra lumbar, y desde ese momento, comenzaste a orinar oscuro. Siempre nos decías luego de eso "creo que tengo un problema en el hígado", y yo te decía "no creo que tengas un problema en el hígado", si tan solo hubiésemos actuado a tiempo... Me siento una culpable, una mala nieta, aunque sé que me adoras, y siempre me sonreías con orgullo porque me veías crecer, hacerme mujer, hacerme a cargo de todo y ser el único pilar que no se derrumbaba, siempre me decías "perdóname, tenme paciencia", y yo la perdía, porque no veía que quisieras poner de tu parte.

El 22 de julio comenzó algo extraño, no querías comer nada, me di cuenta porque nunca me pediste comida, yo era quien te hacía tus tres comidas y te llevaba tus antojos, era muy raro que no quisieras comer, había comenzado todo cuando vomitaste bilis de repente. Ya tu sentencia estaba escrita.

El 23 de julio no sabías quiénes éramos, solo decías mi nombre, pero no me reconocías, solo decías "Andrea, Andrea, Andrea" y luego de un seguido "ya voy, ya voy, ya voy", mientras estabas ida y tu vista se esfumaba y nos atravesaba. Volviste a vomitar bilis, intentamos que tomaras un Primperan y lo escupiste.

El 24 de julio, optamos por llevarte a una clínica, donde, oficialmente, comenzaría todo este proceso agonizante que hemos estado sobrellevando desde entonces. Tenías un cuadro de alucinaciones, deshidratación, dolor abdominal, distención, y señalabas al techo, solo tú entendías tu sufrimiento. En la emergencia, no sabías quién era yo, aunque solo fuera mi nombre lo que susurraras.



Te diagnosticaron pancreatitis grado 4, y fue confirmado con el examen clínico que te realizaron, el cual tenía un nivel de lipasas casi mortal, además de la proteína C reactiva.




Te realizaron una tomografía computarizada con contraste endovenoso, yo te acompañaba, y cargaba puesto un chaleco de plomo que pesaba más de 10 kilos, tú solo me buscabas con la mirada a mí.







Las tomografías a contraste, arrojaron un páncreas muy dañado, y el estómago completamente lleno de líquido, tu hígado estaba muy pequeño.



Decidieron hospitalizarte, y finalmente darnos una habitación que me pareció muy cómoda, creo que, después de todo, ellos sabían algo. En tu transcurso hospitalizada, estuviste más centrada, consciente, risueña, conversabas, al parecer, tenía pinta de que podías regresar a casa, de hecho, el sábado te darían el alta... Sin embargo, persistía la ictericia, y había coluria, la coluria quiere decir que hay elementos de bilis en la orina, y si eso estaba presente, quiere decir que había una obstrucción en el conducto biliar, del cual pudimos darnos cuenta cuando en la tomografía se reflejó un cálculo en la vesícula biliar, es decir, un cálculo pudo haber sido arrastrado y haber taponado el conducto, en consecuencia, había insuficiencia hepática, por lo que tu hígado no podía depurar las toxinas de la sangre, y estas iban viajando a todos los órganos, que a su vez, iban siendo infectados, era un proceso que era cuestión de tiempo.

Nos dieron la orden para realizarte con urgencia un procedimiento llamado Colangiopancreatografía retrógrada endoscópica (CPRE) nada más para descartar el hecho de que tuvieras una obstrucción, realmente la doctora ni siquiera estaba segura, era un procedimiento invasivo con anestesia general, se te haría a través de una endoscopia, el tubo tendría una pequeña cámara y una herramienta que pulverizaría el cálculo obstruido -en caso de haberlo-, sin embargo, a pesar de debatirnos y decidir no hacerlo por las complicaciones que traería la anestesia, igualmente tampoco hubiéramos podido, los gastroenterólogos que la realizaban no estaban en el país, lo mismo en las otras clínicas, y en un hospital público no tenían la anestesia.

Producto de la situación del país, no pude estar contigo los días miércoles, jueves, y viernes, así que el sábado regresé a la clínica, pero tú habías perdido la conciencia otra vez, no me veías, no me notabas ahí contigo, yo lo que observaba era la orina repleta de sangre, además de bilis, por lo que comenzaron a pedir donantes de sangre O+, del cual se te transfundiría plasma porque tus tiempos de coagulación eran anormales.

Cuando regresé, tu orina había involucionado de esto, a la fotografía subsiguiente.




Abuela, todo el día domingo estuviste consciente, hablaste conmigo, y tu estado neurológico mostraba una mejoría notable, estabas siendo coherente y consecuente, de tal modo, la doctora decidió reiniciar la vía oral y darte dieta. Te llevé la bandeja hasta la camilla y comencé a darte de comer -o a intentar darte de comer-, las cosas que comías las rechazabas, apenas logré que comieras dos bocados de gelatina, y en ese momento, vomitaste.

La bilis que vomitaste olía muy mal, me dio una arqueada de náuseas porque olía a infección, olía muy muy mal, y en ese momento, me fijé que tu bilis tenía sangre.




Comenzaste a quejarte del dolor de estómago agudo que te dio, no por querer ir al baño, sino porque tu páncreas estaba matándote, pedí a los enfermeros que te suministraran Ketoprofeno endovenoso, te calmaste, pero volviste a perder la conciencia, ya no respondías a mis llamados, tu mirada estaba perdida, y simplemente, no volviste a hablar más.

El lunes por la mañana mi mamá me relevó, yo me fui a casa, y ella se quedó contigo, ese día tuviste sacudidas involuntarias, ya no respondías a ningún llamado, estabas en una especie de estado comatoso, te diagnosticaron encefalopatía hepática, es decir, las toxinas que tu hígado tenía que depurar, no fueron depuradas, y éstas infectaron tu cerebro, tu estado neurológico se fue por el desagüe, y tú, solo te perdiste. Tu hígado estaba muy pequeño según las tomografías, y, sin avisar, te fuiste yendo tan de a poco que nunca dijiste adiós.

Falleciste el día 1 de agosto a las 12:50 am, ese mismo día cumplía años tu mamá fallecida, es una bonita curiosidad, supongo que decidió llevarte con ella.

Hoy 3 de agosto te velamos durante una hora en una misa de cuerpo presente, ya que siempre dijiste que querías que te cremáramos y arrojáramos tus cenizas al mar, te compramos un pequeño adorno floral porque sé que no te gustaban esas flores todas inmensas que siempre le ponen a los fallecidos, me parece tan innecesarios esas coronas y arreglos casi catastróficos del tamaño que son.




Mi mamá en ningún momento abandonó tu ataúd.





Sinceramente no me gustó como te dejaron, abuela, recuerdo cuando tuve que identificar tu cadáver en la morgue de la clínica y sonreías plácidamente, esta gente te atapusó de formol y algodón dentro de tu boca, no parecías tú, no me gustó para nada, aunque ahora eres energía pura, y te deslizas entre todas las personas que te queremos.

El servicio de canto que contratamos, cantó la canción de Tercer Cielo - Yo te extrañaré

Yo te extrañare
tenlo por seguro
fueron tanto bellos y malos momentos
que vivimos juntos.
Los detalles las pequeñas cosas
lo que parecia no importante
son las que mas invanden mi mente
al recordarte.

Ojalá pudiera devolver el tiempo
para verte de nuevo
para darte un abrazo
y nunca soltarte
mas comprendo que llego tu tiempo
que Dios te ha llamado
para estar a su lado
así él lo quiso
pero yo nunca pensé
que doliera tanto

Ya no llores por mí
yo estoy en un lugar
( lleno de luz)
donde existe paz
donde no hay maldad
donde puedo descansar.
No llores por mí
es tan bello aquí
( con calma iré)
quiero que seas feliz
que te vaya bien
y cuando
te toque partir
espero verte aquí

Yo te extrañaré
tenlo por seguro
cómo pensar que la vida
puede terminar
en un segundo
la vida es polvo
puede esparcirse
en un momento
nada trajiste
nada te llevas
solo lo que había dentro


Nunca he llorado frente a ti, y he procurado no hacerlo frente a nadie, pero me desmoroné a partir del momento en que comenzó a sonar esa canción, no tuve consuelo, ni me importó que me vieran, no pude seguir aguantando los posibles catorce nudos que me había reprimido en público, me quité los lentes y sumergí la cara en un pañito, al menos algo de dignidad me debía quedar.

Comenzó la misa, yo tenía los pies puestos a propósito en el banquito donde se supone que la gente se arrodilla cuando va a la iglesia y eso, la cosa es que ahí no se deben poner los pies, yo quería que aparecieras, que me dijeras lo que siempre me decías cuando íbamos a la iglesia y yo era adolescente "baja los pies, que ahí no se montan", los dejé ahí, y no apareciste, no te escuché, no me regañaste, y otra oleada de lágrimas apareció para dejarme como la tipa más débil en esa capilla.

Abuela, donde quieras que estés, te pido que me perdones todas mis carencias y desperfectos, yo ya te perdoné los tuyos. El silencio de esta casa es tan doloroso...

Descansa en paz.

Te amo



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