Inseguridad Venezolana.



Inseguridad.
Así se llama esta entrada, basada en el sentimiento que infunde a cada uno de los nacidos en este territorio. Inseguridad, miedo infundido por realidades que aunque parezcan sicodélicas y abstractas, son hiperrealistas.
Me pregunto, luego de dedicar varias horas e incluso días estudiando la historia y la conducta analizada por varios sociólogos venezolanos a lo largo de las décadas, cómo es que pudimos llegar a este extremo donde la apatía, la indiferencia y el sentimiento inhumano de cada uno de todos nosotros, hace que nos lleve al fracaso como nación. El hazmerreír de otras naciones, el “nunca me iría a vivir para allá”, ¿por qué sucede esto? Luego de que como nación nacionalista en los años cincuenta, éramos una potencia mundial envidiada por otras naciones, teníamos una de las monedas más fuertes sin el adjetivo moderno de “fuerte”, que suele parecer incongruente porque somos una de las naciones más pobres en la actualidad.
Dependemos de las importaciones, incluso de gasolina –derivado de nuestro país petrolero-, de la siembra de tomate, cebolla, papas, y otros productos vegetales. Desde el éxodo rural ocurrido entre el primer y segundo reventón de petróleo y la aprobación de la ley de reforma migratoria, esto se volvió –como se diría hoy en día- “un despelote”.
Extranjeros comenzaron a poblar Venezuela, los campesinos abandonaron sus tierras para emerger hacia una mejor calidad de vida en la capital del país, por lo que la agricultura se fue hacia un segundo plano.
Así Venezuela, “se fue transformando” hasta hoy en día.
La Guardia Nacional Bolivariana, estructurada también por las nuevas milicias de gente no preparada, se encarga de:
¿La seguridad o la defensa nacional?
Cualquiera que sea su labor, está siendo inútil.
Ayer, en horas de la noche fue asesinada la actriz y Miss Venezuela 2004, Mónica Spear, acompañada de su ex esposo e hija de cinco años de edad. Ultimados por el hampa venezolana, más común que algún baile danzante de los diablos del Yare, se resistieron al hurto a mano armada de sus pertenencias, consecuencia que conllevó a la muerte de ambos cónyuges, dejando huérfana a un infante que aún no ha cumplido su primera década de vida.
Luego de analizar todas las noticias emitidas por la prensa nacional e internacional, de observar los agujeros producidos por las detonaciones de algún arma ilegal contra el vehículo, me siento en una total consternación.
Luego de haber sido casi víctima del hampa estas últimas semanas, por resistirme a que me robaran el móvil, me pregunto: ¿qué diablos está pasando en Venezuela?
La impunidad va en orden creciente en las cifras estadísticas, los medios de comunicación sobrellevan una guerra con el poder ejecutivo del país, ¿acaso el área de “sucesos” en la prensa, realmente da cobertura a la totalidad de noticias de homicidios en el territorio? ¿Cuántos robos, asesinatos, violaciones y secuestros no son oficializados o publicados?
Venezuela está yéndose al carajo –me disculpan la expresión-, bueno, realmente ya está en el carajo. Abogados, arquitectos e ingenieros, gozan de empleos informales en las aceras caraqueñas y del interior del país. Policías son aprehendidos por quiénes ellos deberían aprehender, la impunidad y el “¿qué se va a hacer?” es la frase cotidiana en todas nuestras vidas.
Me encantaría poder surgir sin tener que trasladarme al exterior, sin tener que buscar otras oportunidades en otros países porque aquí no se podrán dar, me encantaría que en Venezuela hubiese venezolanos, pero, desgraciadamente, sabemos que nuestro país está poblado de tantas personas ajenas a nuestra identidad nacional, que en la mayoría de las cajas de los comercios, registran la cédula de una vez con la “E” de extranjero o con la “P” de pasaporte.
Trabajo con público en una institución gubernamental  y estoy hasta los huesos de atender a tantos colombianos, cubanos y chinos, me hace molestar. El talento y las profesiones, se fueron al exterior en conjunto con todos los venezolanos que han emigrado a otras naciones primermundistas. El talento que queda, se desempeña vendiendo ropa en las calles.
Médicos cubanos en hospitales venezolanos, cajeros chinos en restaurantes de comida criolla, Guardia Nacional encabezada por milicias conformada por extranjeros no preparados.
Pérez Jiménez ha de estar revolcándose en su tumba.
Que feo se siente estar en carro y mirar fijamente el espejo retrovisor de los laterales porque el sonido de una motocicleta alerta todos nuestros sentidos, nos alerta a nosotros mismos y despierta un brinco en el corazón que hace disparar la sangre de manera cada vez más desenfrenada.
Que feo se siente guardarse el teléfono en los lugares más inhóspitos y oscuros de nuestro cuerpo, que feo se siente ver a una pareja de maleantes empuñando un arma, listos para ejecutarte si te resistes a que roben tus pertenencias.
Caminar por la noche con el paso agitado casi corriendo para llegar a casa a salvo, voltear a los laterales, verificando que nadie esté siguiéndote, comprar un teléfono celular “no tan caro” con la mentalidad de que ese lo utilizaremos para dárselo a los antisociales, sabiendo que cualquier día nos robarán, porque en Venezuela no se vive.
Se sobrevive.

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